lunes, 16 de octubre de 2006

para no olvidar: autonestidad


Es un trabajo hacia el interior, con uno mismo. No hay trucos ni secretos. Pero tampoco es fuerza de voluntad por sí sola, porque además hay que tener muy claro qué es lo que se siente, qué es lo que se quieres y por qué. No es "No, porque no". Lo importante es el razonamiento anterior al decir "no" cada vez que entran ganas, que es la fuerza de voluntad sola.

Lo primero es hacer una introspección, dejar de mentirse y asumir algunas verdades.

La primera: NO ME GUSTA. En realidad no es rico. Deja la boca seca y con mal gusto. Cuando se deja de hacerlo por unos días y luego se continúa, la primera vez siempre es desagradable, incluso a veces provoca hasta náusea. Pero una vez pasada la primera, las demás ya no molestan.
Una de esas veces, me encontré usando este razonamiento para forzarme a terminar el primero, a pesar de que no lo estaba disfrutando, para pasar al siguiente, a sabiendas de que implica volver a adquirir un hábito nefasto.
Hay que admitirlo: puede que se disfrute la parafernalia periférica, pero siendo honestos y objetivos, el acto en sí no es nada agradable.

Segunda, y corolario de la primera: EL HABITO GOBIERNA. Yo no decido cuándo hacerlo, la situación y la costumbre me llevan a ello. Asocio situaciones con el acto, y sin darme cuenta, luego ya no puedo estar en esas situaciones sin hacerlo. Por lo tanto, para dejarlo, tengo que tener bien presente que...

3o: UNO ES EL QUE MANDA. Esto puede sonar como una idiotez y una obviedad, pero uno no siempre está consciente de esto, y estarlo es más difícil de lo que parece. Es determinante.

Tener el derecho a la libertad es una cosa, saber ejercerlo es distinto.

Saludos a todos los que buscan la libertad dentro de sí mismos.

martes, 10 de enero de 2006

a la reina de la jauría




Es cierto. He sido una perra.

Fui una perra confundida y desorientada. Fui una perra que un mal día mordió la mano que acariciaba su lomo.

Fui una perra que cayó en un charco de barro y salpicó todo a su alrededor tratando de salir, hundiéndose más a cada intento.
Fui una perra que se escondió un otoño a aullar sobre los restos de lo destrozado, y no salió hasta el verano.
Fui una perra que huyó de los piedrazos pensando que los merecía.

Fui una perra ciega que corrió
una y otra vez
de frente hacia el mismo muro, con las orejas al viento cual si estuviese en una pradera. Fui una perra perdida, sola, vaga, hambrienta.

Fui una perra que un día abrió los ojos y vio que ya no era una perra. Soy una mujer que nunca olvidará que fue una perra.

Soy una mujer que a veces ve a perras gruñéndole a cualquiera que pase llevando un pelaje como el que ella tenía. Soy una mujer que en ocasiones encuentra a su paso a personas con una piedra en la mano, buscando, como si la necesitaran, a la perra que una vez fue, sin saber que el peso en sus manos las daña más que a ella el golpe. Soy una mujer que algún día logrará creerlo.

Fui una perra que en su locura, ceguera, estupidez, mató a mordiscos aquello que amaba. Soy una mujer que nunca olvidará que fue una perra, pero que un día andará en dos pies.